martes, 1 de mayo de 2012

Pensamiento estético en la Arabia clásica: Al-Andalus (y 3)

La cultura islámica tuvo en la región de Andalucía un florecimiento trascendental a partir del cambio del primer milenio de la era cristiana. Muchas ideas y debates se dieron durante ese período, y se vieron los aportes de Hazm y de Avempace, que se aplican a muchos de los campos de la vida espiritual y natural. Y pasada la primera centuria de ese milenio, aparece la figura de quien fuera uno de los más grandes filósofos del Islam: Ibn Rushd, conocido como Averroes.

Nacido en Córdoba en 1126 (murió en Marrakech en 1198), fue filósofo y médico, y preponderantemente maestro de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina. Uno de los aspectos más interesantes de su trabajo es cómo trató de comulgar las ideas griegas clásicas, partucularmente las aristotélicas, con las del islamismo, buscando coincidencias y logrando una síntesis que tuvo influencia en varios campos del pensamiento.

Averrores tomó las críticas de Aristóteles a Platón y las aplicó al los fenómenos espirituales y artísticos, y en este campo coloca al fenómeno expresivo como parte del terreno del mundo físico, definiendo el arte como el paso de lo potencial al acto tangible de la forma, yendo de aquello que está presente en la mente del artesano o el artista al objeto compuesto, que es materia, y que mediante la técnica se consolida en tangible. La configuración mental de la forma artística se explica por la teoría del conocimiento, unida al aprendizaje, según la cual dicha forma consiste en la reelaboración, a través de los sentidos y las facultades psíquicas gobernadas por la razón, de los datos obtenidos de la realidad sensible.


Mantiene Averroes, por otro lado, la clásica reunión de las artes visuales y verbales sobre la base común de la imitación, que deja en segundo plano la forma en favor del contenido: el placer estético, dice, no viene generado porque la forma imitada sea bella o fea, sino porque en la imitación se produce cierta analogía y un reconocimiento de lo más recóndito, es decir, de lo desconocido sobre la base de una similitud con lo ya conocido. Con esto trata de delimitar la dimensión sensible y placentera de las artes en favor de su dimensión ética, lo cual es un punto de vista diferente al de la mayoría de los filósofos musulmanes de su época.

Su estética se completa con los conceptos de equilibrio y claridad, consustanciales al orden y armonía de la creación y de la perfección sensorial, intelectual y artística. Pondera entonces el carácter equilibrado de las cosas, mejor que aquellas expresiones de la exageración y la fantasía. Se anima al artista ser fidedigno, a sacar a la luz del entendimiento las relaciones ocultas de la realidad, a revelar su orden interno y contribuir así al conocimiento y la virtud.

Estas ideas van a permear hacia el mundo occidental, en un regreso vía Andalucía, con una reinterpretación de las filosofías antiguas que durante el medioevo europeo van a tener un renacer que culminarán, justamente, con el Renacimiento del siglo XV.  



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