Dice Belting de manera crítica: " Desde ese entonces se entiende el museo como como un lugar para cosas inservibles (por ejemplo los cuadros de una galería) y como asilo de cosas que ya no se utilizan más (por ejemplo, altares), las cuales se afirman ahí como obras de arte resistentes al tiempo." El museo surge justamente como depositario de aquello que se "recupera" de manos de la realeza o la alta burguesía, para hacerla accesible al "pueblo". En realidad no es más que convertir la propia cultura en un hecho descontextualizado, aislado. Durante el siglo XX la aparición de los medios masivos de comunicación y las nuevas tendencias estéticas no variaron sino que acentuaron esta tendencia, hasta que la postmodernidad terminó convirtiendo al mismo museo en una obra de arte.
Señala Hans Belting: "Así, el museo de antes se ha transformado en el escenario actual del arte, el cual al mismo tiempo espera con su boleto para ingresar al Templo." Y más adelante:
"No obstante, el museo sigue siendo un lugar para el arte, sin que con este esté planteando yo una tautología, y prepara, mediante la coexistencia con el arte antiguo,, la medida para valorar la producción artística contemporánea. Con esto el arte puede apelar a su propia genealogía para hacerse de un sentido. (...) En la era de la globalización, el museo local es un lugar para el encuentro con el canon de la propia cultura, en la que también se tiene a Mozart o a Rembrandt, pero donde también existen lo ajeno, lo olvidado y lo invisible. Mientras tanto, en los museos no sólo las obras provienen de otra época, sino también las propias salas, a pesar de que las ocupemos de nuevo, o que les demos una nueva función, como cuando musealizamos naves de fábricas o restauramos museos." (págs. 110-111).Por lo tanto, y considerando el actual mundo digital, multimedia y multimodal, debemos repensar los museos...
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