sábado, 26 de enero de 2019

Amanecer, poema de J.L. Borges


AMANECER

En la honda noche universal 
que apenas contradicen los faroles 
una racha perdida 
ha ofendido las calles taciturnas 
como presentimiento tembloroso 
del amanecer horrible que ronda 
los arrabales desmantelados del mundo. 
Curioso de la sombra 
y acobardado por la amenaza del alba 
reviví la tremenda conjetura 
de Schopenhauer y de Berkeley 
que declara que el mundo 
es una actividad de la mente, 
un sueño de las almas, 
sin base ni propósito ni volumen. 
Y ya que las ideas 
no son eternas como el mármol 
sino inmortales como un bosque o un río, 
la doctrina anterior 
asumió otra forma en el alba 
y la superstición de esa hora 
cuando la luz como una enredadera 
va a implicar las paredes de la sombra, 
doblegó mi razón 
y trazó el capricho siguiente: 
Si están ajenas de sustancia las cosas 
y si esta numerosa Buenos Aires 
no es más que un sueño 
que erigen en compartida magia las almas, 
hay un instante 
en que peligra desaforadamente su ser 
y es el instante estremecido del alba, 
cuando son pocos los que sueñan el mundo 
y sólo algunos trasnochadores conservan, 
cenicienta y apenas bosquejada, 
la imagen de las calles 
que definirán después con los otros. 
¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida 
corre peligro de quebranto, 
hora en que le sería fácil a Dios 
matar del todo Su obra!


Pero de nuevo el mundo se ha salvado. 
La luz discurre inventando sucios colores 
y con algún remordimiento 
de mi complicidad en el resurgimiento del día 
solicito mi casa, 
atónita y glacial en la luz blanca, 
mientras un pájaro detiene el silencio 
y la noche gastada 
se ha quedado en los ojos de los ciegos.

Fervor de Buenos Aires (1923)
Jorge Luis Borges


No hay comentarios:

Publicar un comentario