Esta es la última de las siete leyes o postulados que explican y definen la Teoría del Caos. Como lo señala su mismo título, esta ley habla de la indivisibilidad de la vida, que aún percibiéndose fragmentada, representa un gran todo universal. Esta ley también es conocida como "Ley de la corriente de una nueva percepción", debido a que se plantea una forma nueva de percibir la realidad, más holística y compleja.
Se comprenden mejor las cosas al observarlas desde la distancia. Se debe, entonces, ver el universo de una manera distinta. Esta perspectiva unitaria nos ofrece la imagen de un mundo orgánico, de una pieza, una unidad caótica pero auto-organizada, que a fin de cuentas es un enorme ser vivo. Es lo que el científico inglés James Lovelock (1919-2005) llama Gaia. Al ver el planeta de esta manera entendemos que somos una totalidad y que los procesos naturales de La Tierra son indivisibles.
Consecuentemente los problemas se desarrollan a partir de todo el sistema, y sus soluciones deben prever entonces un enfoque globalizador. Nuestras intervenciones en la naturaleza tienen límites y los resultados son impredecibles. Cada vez que hacemos una intrusión entran en juego factores no lineales, capaces de devenir en hechos imprevistos. Esta última ley es, de alguna manera, totalizadora y resume elementos de las otras seis, pues tiene que ver con la incapacidad para predecir y controlar, y la imposibilidad de lograr una descripción completa, puesto que la realidad es siempre cambiante. Sobre todo -y he aquí un elemento tomado de la Termodinámica- porque partiendo del concepto de la totalidad y la unidad, el observador se convierte necesariamente en parte de lo que observa. Somos parte y uno con el todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario