jueves, 5 de junio de 2014

De una pintura hasta otra (5)

En tierras aún no conocidas por la otra mitad del planeta por ese entonces, los mayas (herederos de los olmecas y teotihuacanos, y precursores de los aztecas) en una vasta área, y los Incas (precedidos por los tiahuanacus) en otra no menos grande superficie, desplegaron sus propios estilos imagramáticos, que servían con eficiencia a sus necesidades comunicacionales y de información. Con una estética particular (y relativamente geometrizada), estas culturas también seguían patrones de visualización intelectual no muy diferentes a los que se habían despertado en los demás continentes.



Los imagramas van evolucionando paulatinamente. Nuevas técnicas y nuevas ideas se producen, y se va trazando el camino con fuerzas cada vez más influyentes. Es de nuevo en Europa donde los hechos serán determinantes para el futuro. Entre el S. XI y el S. XV dominará el después llamado "Gótico", y que tendrá particular influjo en el modo de ver del hombre común.

El Gótico, que fue un movimiento centrado en Francia, Norte de España, Bélgica, Oeste de Alemania, Norte de Italia y Sur de Inglaterra, apareció casi "repentinamente" hacia el año 1100 D.C., y compartió con las expresiones románicas su espacio hasta mediados del siglo XV. En esos 350 años se construyeron las catedrales que han dado notoriedad a ese período y que todos han oído nombrar, pero también en esos años se dio una unidad expresiva pocas veces alcanzada en la historia de la humanidad.




Aquí se produce una concepción imagramática completamente coherente. La catedral gótica (y todas las manifestaciones artísticas que corren paralelas, desde los vitrales a las estatuas) no es sólo un alarde de ingeniería y creatividad, sino que es, de manera impecable, una "vasta concresión de ideas, de tendencias y de fe populares, como un todo perfecto al que podemos acudir sin temor cuando tratamos de conocer el pensamiento de nuestros antepasados, en todos los terrenos: religioso, laico, filosófico o social", como señala Fulcanelli autor del libro El misterio de las catedrales, texto este que nos lleva por el territorio arcano del Medievo, a través del análisis de las más impresionantes iglesias del gótico. 

El mismo Fulcanelli resume lo que es el espíritu de la obra visual gótica: "Allí se pueden discernir, además de la inspiración ardiente nacida de una fe robusta, las mil preocupaciones de la grande alma popular, la afirmación de su conciencia y de su voluntad propia, la imagen de su pensamiento en cuanto éste tiene de complejo, de abstracto, de esencial, de soberano". Esta concepción particular germinará posteriormente en un nuevo hombre, el hombre cuya imagen renace.



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