Una de las paradojas a las que nos lleva internet y la Web es que, con todo y la abundancia de saber que puede estar almacenado en sus bits, la realidad es que se conoce menos de las cosas por esa misma sobreabundancia, y a veces por la poca fiabilidad de lo que se halla. Este hecho está ligado a la llamada sociedad de la información y la comunicación, que es conocida también como sociedad del conocimiento, justamente por ese posible acceso a diferentes saberes con mayor facilidad. La noción de sociedad del conocimiento surge, justamente, como una innovación derivada de las tecnologías de la información y las comunicaciones, donde el incremento en las transferencias de la información modifica en muchos sentidos la forma en que desarrollan distintas actividades en la sociedad moderna, tranformándola. Lo cual no implica que esta transformación sea siempre favorable.
El hecho de que circule tanta información de todo tipo en el ciberespacio deriva en que haya una superposición de contenidos que, además de abrumar, puede devenir en distorsiones y falsificaciones. Una paradoja es constatar que uno de los valores más vulnerables en este entorno es el conocimiento mismo. Recibir información voluminosa, superficial y fragmentaria, respecto a todos los temas imaginables, no es adquirir conocimiento. Hace falta un entrenamiento y una capacidad de selección y discernimiento que pocos usuarios tienen. Hay que aprender a seleccionar y valorar; para ello es necesario un entrenamiento. Lamentablemente, el poder de la tecnología hace creer que todo lo que se recibe es verdadero y válido, cuando no es así. ¿Cómo combatir este fenómeno? Pareciera que la primera respuesta que surge es educación. ¿La tenemos?
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