miércoles, 3 de mayo de 2017

Planos semióticos

El lingüista y semiólogo danés Louis Hjelmslev (1899-1965), fundador y miembro capital del Círculo Lingüístico de Copenhague, es uno de los más relevantes estudiosos de la fonología, el lenguaje, la glosemática y la semiótica. Seguidor de las ideas de Ferdinand de Saussure, 
considera al lenguaje como un sistema de signos: la esencia del lenguaje es definir un sistema de correspondencias entre sonido y significado. El análisis del lenguaje implica, entonces, describir cada uno de estos dos planos y sus interconexiones.

En principio un signo es una construcción básicamente artificial, que tal como decía Saussure, está compuesta por dos caras, un significante y un significado. El significante es la manifestación del signo y el significado es aquello por lo que vale. Hjelmslev en su análisis llama "planos" a estos componentes, y los define como una dicotomía: expresión/contenido. Cada uno de estos planos, en una determinada lengua, tiene su propia estructura. En el plano de la expresión, la estructura es una secuencia de segmentos, mientras que en el plano del contenido es una combinación de unidades componenciales más pequeñas. Esta dualidad es clave para definir una semiología, puesto que se considera axiomática y básica.

En su libro más importante, Prolegomena, publicado en 1943, desarrolla ampliamente diversas propuestas de estudio para las lenguas, los lenguajes y los sistemas de signos, en la línea semiológica de Saussure. Los semióticos posteriores, como Emilio Garroni, usarán estas proposiciones como base para abordar una semiótica universal. Según el análisis de Hjelmslev, el signo es una forma, es decir, es posible describirlo empíricamente, pero su sustancia es ontológicamente especulativa (puede interpretarse de forma diferente a como quiso el emisor). Un signo también tiene una función, a la que están asociados dos elementos, el contenido y la expresión. Es aquí donde se definen los dos planos semánticos, que incluyen cada uno la forma y la sustancia. 

Hjelmslev amplia su concepto más allá de la lengua con la aplicación del análisis semiótico, haciendo énfasis en que el objeto de la lingüística no solamente debía ser el lenguaje, sino también la cultura humana, que lo reinventa continuamente, y la memoria colectiva de su saber acumulado a través de la lengua. Este argumento resultó innovador en su momento y es un antecedente que ha influido tanto, que sigue siendo validado hoy en día.


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