martes, 27 de septiembre de 2011

Las 12 esculturas (12): El Hombre que camina por Giacometti

En febrero de 2010, la famosa casa de subastas Sotheby’s, realizó la venta para la adjudicación al mejor postor de la escultura “L'Homme qui marche” de Alberto Giacometti (1901-1966). Resultó que el precio final de compra fue de 104,3 millones de dólares, lo que la convirtió en la obra de arte más cara (o mejor pagada) de todos los tiempos.

Sin embargo, esto no es lo que hace importante al “Hombre que Camina” de Giacometti. Su trascendencia radica en cómo esa delgada efigie en bronce, de 1,83 mts. de estatura ha impactado en el arte del siglo XX. Sus delgadas líneas, el dinamismo contradictorio (la figura camina, se desplaza, avanza, pero a la vez está estática, permanece…), la originalidad de sus texturas han resultado ser totalmente icónicas para el arte moderno y contemporáneo.

Este “Hombre que camina”, realizada en 1949, representa el punto culminante de la experimentación del escultor suizo con la figura humana, y pertenece ya a su etapa de madurez. Debía ser parte de un proyecto público encargado a Giacometti para la Chase Manhattan Plaza en Nueva York. El artista creó entonces varias esculturas, de las que sólo unas pocas subsisten: Entre ellas, 'L'Homme qui marche' y una versión similar de este tema, también llamada “El Hombre que camina II”. Al darse cuenta de que tardaría muchos años en llevar a cabo el proyecto, Giacometti terminó abandonándolo. Sin embargo, aquella escultura se convirtió en una obra clave por derecho propio.

Antonio Giacometti, nacido en Suiza, estuvo siempre inclinado hacia las artes, y comenzó pintando a la manera cubista, para luego, a mediados de los años 1920, adoptar el estilo surrealista, y dedicarse a la escultura. Dentro del círculo de los surrealistas fue considerado importante hasta que empezó a buscar otras inspiraciones, lo cual lo llevó no sólo a separarse del Surrealismo, sino a experimentar con la elongación de los cuerpos y las cabezas, cosa que sería determinante en su estilo. Después de la Segunda Guerra Mundial trabajó en obras a gran escala, ya con su característica estética lineal. Hacia el final de su vida obtuvo grandes reconocimientos, y dejó un legado de originalidad y expresión plástica que sigue hoy siendo capital, tal como lo demostró el enorme precio pagado por este “flaco que marcha”.



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