La representación de Siddartha Gautama, el Buda, ha estado presente en el arte oriental desde hace milenios. Y si bien su iconografía tiene origen en la India, en todos los países de Asia se han recreado figuras del Iluminado con ciertas similitudes. Templos budistas proliferaron en ese continente, algunos llegando a ser incluso ciudades, como el caso de Borobudur en Java. Y en Japón, donde las tradiciones y religiones ancestrales se fusionaron con el budismo, varios templos y estatuas se han dedicado a Buda.
Una de las esculturas más impresionantes de este sabio es el llamado Daibutsu ("Buda Gigante" en japonés), en la ciudad de Kamakura, en la costa central sur de Japón, cerca de Tokyo. Esta figura en bronce, de casi 13,50 mts y 93 toneladas de peso, fue culminada en 1252 d.C., y originalmente estaba dentro de un santuario de madera que le protegía y funcionaba como espacio de meditación. En 1495 una tempestad combinada con un tsunami desbarató el templo, pero la estatua resistió, y se decidió desde ese entonces dejarla al aire libre.
Esta imagen, que dice la tradición fue hecha por el escultor Ono Goremon, ha sido modelo por sus características de miles de otras de Buda, tanto a gran escala como en tamaños íntimos. Su estampa de meditación, son sus brazos y piernas en flor de loto, que tienen también orígenes más antiguos, ha servido de patrón creativo durante siglos. Hoy en día sigue transmitiendo esa serenidad y sosiego característicos, ese aura de reflexión y meditación en el rostro, que ha trascendido todos los momentos políticos e ideológicos y se mantiene, haciéndose común en sus representaciones desde hace mas de dos mil años.
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