Avempace, ajeno a la problemática de las propuestas de Ibn Hazm, introduce en el pensamiento andalusí la tradición griega y retoma la utopía de la Ciudad Ideal en la línea clásica. Su filosofía entonces gira en torno a un camino de progresiva abstracción y elevación que debe seguir el individuo para transformar la sociedad imperfecta en una Comunidad Ideal donde sea posible la Felicidad Suprema. En este esquema, las artes prácticas son producto de la voluntad humana y pertenecen a la esfera de la reflexión intelectual y en conexión con el cuerpo físico.
No obstante critica la simpleza de lo sensible, lo imaginario y los placeres tomados por sí mismos, puesto que alejan al ser humano de la alta espiritualidad. Muchas artes son, por esa misma razón, cuestionadas, como por ejemplo el uso de la arquitectura por parte de monarcas y potentados para atemorizar a súbditos y visitantes y obtener celebridad.
La contribución más importante de Avempace a la estética se sitúa en el terreno de la teoría del conocimiento, al ser uno de los notables que en Andalucía comentó la obra de Aristóteles, exponiendo una particular teoría de la visión sobre la base de la interacción de la luz, el color y el medio atmosférico. También incide la importancia de la sensibilidad a la hora del enjuiciamiento estético, y pone como ejemplo la música, basado en la antigua teoría de la afinidad existente entre las cuerdas del laúd y los biotipos humanos. Finalmente, la filosofía de Avempace propone una estética de la contemplación beatífica, según la cual el ser humano puede liberarse de su naturaleza física gracias al conocimiento, que lo lleva a un estado superior de majestad, nobleza, esplendor y dicha.