En su libro de 1968, La definición del arte, el autor italiano Umberto Eco (1932-2016), afirma sobre la estética del siglo XX en relación con visiones anteriores:
"Parece, en cambio, característico de la estética contemporánea el no pretender ser ciencia normativa ni partir de definiciones apriorísticas, el haber renunciado, en definitiva, a basar las posibilidades de una actividad humana sobre presuntas estructuras inmutables del ser y del espíritu; pretende, por el contrario, una fenomenología concreta y comprensiva de las distintas actitudes posibles, de las múltiples manifestaciones de los gustos y de los comportamientos personales, precisamente para explicar una serie de fenómenos que no pueden ser definidos con una fórmula inmovilizadora, sino sólo a través de un discurso general que tenga en cuenta un hecho fundamental: la experiencia estética está hecha de actitudes personales, de transformaciones del gusto, de adecuaciones de estilos y criterios formativos; análisis de las intenciones, descripción de las formas a las que dan lugar, constituyen entonces la condición esencial para llegar a conclusiones generales que describan las posibilidades de una experiencia que no puede definirse normativamente".
Esta idea (también expuesta ya en un texto anterior de Eco) puede ser válida hoy ser aplicada a la estética en el siglo XXI, incorporando los elementos del digitalismo.