En el campo de la semiótica, la comunicación y la lingüística, hay una teoría interesante que tiene que ver con los llamados "actos de habla", concepto planetado por el filósofo británico John. L. Austin (1911-1960), quien en la década de 1940 expuso en sus clases sus investigaciones pragmáticas en torno a la lengua, donde propugnó la idea de que se entiende por acto de habla a la unidad básica de la comunicación lingüística, propia del ámbito de la pragmática, con la que se realiza una acción (orden, petición, aserción, promesa). El término fue acuñado efectivamente más adelante por un discípulo suyo, el filósofo estadounidense, nacido en 1932, John Searle, quien perfeccionó y consolidó dicha teoría.
Searle, basándose en los trabajos de Austin, desarrolló y expandió la teoría de los actos de habla, que sostiene que el lenguaje no solo se utiliza para describir la realidad, sino también para realizar acciones. Para Searle, hablar una lengua es participar en una forma de conducta gobernada por reglas. Él identifica diferentes niveles o tipos de actos que se realizan al emitir un enunciado.
Acto de emisión (o locucionario): es el acto de decir algo, de emitir sonidos con significado. Implica la pronunciación de palabras y la construcción de una oración con sentido.
Acto proposicional: es el acto de referir y predicar. Se refiere al contenido de la oración, lo que se afirma o se niega sobre algo o alguien.
Acto ilocucionario: es el acto que se realiza al decir algo. Es la intención comunicativa del hablante, la fuerza o propósito de la emisión. Por ejemplo, al decir "Te aseguro que volveré", el acto ilocucionario es una promesa. Searle pone un énfasis particular en este tipo de acto como la unidad básica de la comunicación lingüística.
Acto perlocucionario: es el efecto que se produce por decir algo en el oyente. Es la consecuencia o el resultado que la emisión del hablante tiene en el comportamiento, pensamientos o sentimientos del interlocutor. Por ejemplo, si al decir "¡Cuidado!", el oyente se aparta, el acto perlocucionario es que el oyente se haya apartado.
Searle propuso entonces una categorización más sistemática, distinguiendo cinco tipos principales de actos de habla:
- Asertivos: afirmaciones que describen un estado de cosas (ej. "Está lloviendo").
- Directivos: intentan que el oyente haga algo (ej. "Por favor, cierra la ventana").
- Compromisorios: obligan al hablante a una acción futura (ej. "Te prometo que iré").
- Expresivos: muestran emociones o actitudes (ej. "Lo siento mucho").
- Declarativos: cambian la realidad al enunciarlos (ej. "Te declaro marido y mujer").
Además Searle introdujo reglas constitutivas para que un acto de habla sea válido. Por ejemplo, para una promesa (compromisorios), se requiere la intención de cumplirla, que la acción futura sea beneficiosa para el oyente y que el hablante crea que puede realizarla.
También se enfoca en las condiciones de felicidad (o condiciones de adecuación) que deben cumplirse para que un acto de habla sea exitoso. Estas condiciones varían según el tipo de acto ilocucionario y se refieren a las circunstancias, intenciones y creencias tanto del hablante como del oyente.
En su libro de 1969, Speech Acts, vincula los actos de habla con la intencionalidad: el significado de una expresión depende de la intención del hablante y de las convenciones lingüísticas compartidas. Se enfatiza que el lenguaje no solo describe, sino que actúa en contextos sociales, combinando intención, convención y reglas.
La contribución de John Searle a la teoría de los actos de habla radica en su profundización y sistematización de los conceptos introducidos por Austin, estableciendo una taxonomía clara de los actos ilocucionarios y analizando las condiciones necesarias para su correcta ejecución.