"Inteligencia es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones".
José Antonio Marina, filósofo, pedagogo y escritor español, nacido en 1939.
Discusión y argumentación acerca de la definición y pertinencia del concepto de Estética Digital y sus implicaciones en la comunicación, arte y cultura.
"Inteligencia es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones".
José Antonio Marina, filósofo, pedagogo y escritor español, nacido en 1939.
El coleccionismo de arte digital, es decir, el hecho y proceso de coleccionar obras de arte en este nuevo formato, está evolucionando rápidamente y su futuro va mucho más allá de la simple compra de NFTs (Non Fungible Tokens). Se están desarrollando nuevos modelos de propiedad, formas de exhibición y, sobre todo, desafíos únicos que no existen en el mundo del arte físico.
Aunque los NFT fueron el motor inicial que propusieron nuevas formas de propiedad, el futuro no se limitará a ellos. Se están explorando nuevas tecnologías y protocolos en la blockchain que buscan hacer el proceso más eficiente y menos costoso. Ahora tenemos nuevos modelos de propiedad y autenticidad, como la propiedad fraccionada:, que es la posibilidad de que varios coleccionistas posean una parte de una misma obra de arte digital. Esto democratiza el coleccionismo de piezas de alto valor, haciéndolas más accesibles.
Se presenta también el "Arte programable", obras que cambian con el tiempo, reaccionan a datos en tiempo real (como el precio de una criptomoneda o el clima) o interactúan con su propietario. En este caso, el coleccionismo no se trata solo de poseer un objeto, sino de ser parte de una experiencia evolutiva. Por otro lado, una obra de arte digital puede ir acompañada de una réplica física única, o viceversa. El NFT se usa como certificado de autenticidad para ambas versiones, creando una nueva clase de objetos de colección.
Acá el gran desafío es la preservación y la obsolescencia. Este es uno de los temas más críticos y menos resueltos. A diferencia de un cuadro o una escultura que pueden perdurar por siglos con el cuidado adecuado, una obra digital depende de la tecnología para existir. Un coleccionista puede comprar una obra de arte digital creada para una versión específica de un software que ya no existe o un hardware obsoleto. Las instituciones y galerías están investigando cómo "migrar" estas obras a nuevas plataformas sin perder su esencia original. Por otro lado, está el problema de la conservación de datos. ¿Dónde se almacenan los archivos? ¿Cómo se asegura que no se pierdan o se corrompan con el tiempo? Este es un reto que exige la colaboración entre artistas, coleccionistas, museos y expertos en conservación digital.
El coleccionismo de arte digital no es solo una transacción; es una experiencia inmersiva. El futuro del coleccionismo implicará nuevas formas de exhibir y disfrutar las obras, como por ejemplo, galerías virtuales y realidad aumentada. Los coleccionistas podrán exhibir sus obras en galerías virtuales personalizadas o usar la realidad aumentada para proyectarlas en su espacio físico, permitiendo una nueva forma de interacción con el arte. Igualmente se puede incorporar la integración con el metaverso: a medida que los mundos virtuales se expandan, el arte digital será un elemento central. Los coleccionistas podrán comprar y vender obras que existen y se exhiben exclusivamente dentro de estos ecosistemas, convirtiéndose en parte de una economía y cultura digital.
El mercado del arte digital está atrayendo a una nueva generación de coleccionistas que se sienten más cómodos en el entorno digital. Los nuevos compradores son, mayormente, los de la Generación Z y los Millennials, familiarizados con la tecnología y la cultura de Internet, que están impulsando la demanda de arte digital. Su enfoque está menos en la inversión tradicional y más en la conexión emocional con el artista o la obra. Esto también se empata con la idea de la demanda de arte con propósito. Muchos coleccionistas jóvenes buscan arte que se alinee con sus valores, como obras que aborden temas sociales o que utilicen tecnologías más sostenibles.
En resumen, el futuro del coleccionismo de arte digital se perfila como un espacio dinámico, desafiante y lleno de oportunidades. Se espera que se convierta en una parte integral del mercado del arte, redefiniendo qué es poseer, exhibir y valorar el arte en la era digital.
Se llama "Data Mesh" a un enfoque de arquitectura de datos que descentraliza la gestión y propiedad de los datos. En lugar de tener un equipo centralizado de tecnología informática o un departamento de datos que se encarga de todo, el Data Mesh propone que los datos sean tratados como productos y que su propiedad sea distribuida a los dominios de negocio que los generan y los consumen. La idea básica es cambiar de un modelo único y centralizado (como un Data Lake o un Data Warehouse gigante) a un modelo donde los datos son responsabilidad de los equipos que los generan y conocen mejor.
Aquí un elemento importante es el Dominio de Negocio, que se refiere a una parte específica y autónoma de la empresa, como marketing, ventas, finanzas o logística. En el Data Mesh, cada uno de estos dominios es responsable de sus propios datos. Otro factor a considerar son los datos como producto. Los equipos de dominio deben considerar sus datos como un producto que tiene usuarios (otros equipos o dominios). Esto implica que los datos deben ser descubribles, accesibles, comprensibles, seguros e interoperables. Un producto de datos debe incluir no solo los datos en sí, sino también metadatos, documentación y las interfaces de programación para su consumo.
Para que los equipos de dominio puedan gestionar sus propios datos de manera efectiva, necesitan herramientas y recursos. El Data Mesh propone una plataforma centralizada que ofrece funcionalidades comunes y automatizadas (como almacenamiento, procesamiento y gobernanza) para que los equipos de dominio no tengan que construir todo desde cero.
No obstante, y aunque los equipos de datos son autónomos, debe existir justamente un marco de gobernanza común para asegurar la interoperabilidad, la calidad y la seguridad de los datos a nivel de toda la organización. Este marco de gobernanza se acuerda y se aplica de manera federada, con reglas y estándares claros.
El Data Mesh surge entonces como una respuesta a los desafíos de las arquitecturas de datos monolíticas y centralizadas, como los bancos de datos tradicionales. Estos enfoques a menudo se vuelven cuellos de botella y no pueden seguir el ritmo de las necesidades cambiantes y la velocidad de los negocios modernos. Con la descentralización del Data Mesh, las empresas pueden escalar más fácilmente, fomentar la innovación y tomar decisiones más rápidas.
El arte glitch (del inglés, "error") es la práctica creativa que consiste en aprovechar o provocar errores digitales (glitches) con fines artísticos y estéticos. Se trata de un género artístico nacido en el seno de la estética digital, y se considera un arte visual o sonoro (o audiovisual). Se puede lograr el glitch corrompiendo datos digitalmente o manipulando dispositivos electrónicos físicamente.
Esta estética del error digital es, entonces, un movimiento artístico que encuentra belleza en los fallos, errores y distorsiones de los medios digitales. En lugar de ver un "error" como algo que debe ser corregido, los artistas lo utilizan como una herramienta creativa para generar obras únicas. Imaginemos un video que se congela y sus píxeles se estiran en barras de colores, o una fotografía que se corrompe y se descompone en bloques de datos. Eso es el glitch art.
En un sentido técnico, un glitch es el resultado inesperado de un mal funcionamiento, especialmente en software, videojuegos, imágenes, videos, audio y otros dispositivos digitales. ¿Cómo funciona? El glitch art se puede producir de dos maneras principales: error accidental y error provocado.
En el error accidental el artista captura o se apropia de un fallo que ocurre por accidente, como un error en la transmisión de una señal de video, un mal funcionamiento de un hardware o una pantalla defectuosa. En este caso, el artista actúa como un "cazador de errores", seleccionando y presentando el fallo como una obra de arte.
Con error provocado el artista manipula intencionalmente el código de un archivo digital (imagen, video, audio) para forzar un error. Esto se hace con técnicas como el databending, que consiste en abrir un archivo de un tipo con un programa que no es compatible, o el datamoshing, que elimina los fotogramas clave de un video para que las imágenes se fusionen de forma caótica.
El Glitch Art no es solo una moda, pues es una forma de arte que se está desarrollando desde hace algunos lustros y que reflexiona sobre la relación que tenemos con la tecnología. Humaniza lo digital, pues vivimos en una era donde la tecnología busca la perfección, la alta definición y la fluidez y el glitch introduce la imperfección, el caos y el azar, recordándonos que los sistemas digitales también son frágiles y pueden fallar, tal como lo somos los humanos.
Expone el código. Al corromper la superficie de una imagen o video, el glitch revela su "esqueleto" interno: el código binario. De esta forma, el arte se vuelve una crítica a la opacidad de los medios digitales, mostrando que lo que vemos en la pantalla es solo el resultado de una serie de datos. Además, crea una nueva estética. El glitch ha creado un lenguaje visual propio, que se ha expandido más allá del arte y se ha integrado en el diseño gráfico, la moda, los videojuegos y los videos musicales. Es un estilo que evoca nostalgia por la tecnología antigua y a la vez, una sensación de disrupción y vanguardia.
Se entiende como "Era de hiperconectividad" a un fenómeno caracterizado por la interconexión constante, intensa y omnipresente de personas, dispositivos y sistemas a través de redes digitales. Va mucho más allá de la simple conexión a internet, ya que abarca una realidad en la que la comunicación y el acceso a la información son inmediatos y están disponibles en todo momento y lugar. En esta era, la línea entre la vida personal y profesional se vuelve borrosa, y la tecnología se integra en casi todos los aspectos de nuestra rutina diaria.
La era de la hiperconectividad ha transformado la forma en que interactuamos con el mundo y con nosotros mismos. Con el avance de la tecnología, la conectividad se ha vuelto una parte integral de la vida cotidiana, conectando dispositivos electrónicos y sistemas de comunicación en múltiples ámbitos. Esta conectividad ha llevado a un aumento en la interacción social y laboral, pero también ha generado desafíos como la ansiedad y la pérdida de la capacidad de análisis crítico de la información. La hiperconectividad ha cambiado la dinámica de las relaciones humanas y ha requerido un cambio de paradigma en la forma en que las personas se conectan y se comunican.
Algunas características de la hiperconectividad son la conectividad 24/7, o sea, la capacidad de estar en línea en todo momento a través de dispositivos móviles, generando una expectativa de inmediatez en la comunicación y en la obtención de información; la internet de las cosas (IoT), que es la interconexión de objetos cotidianos (electrodomésticos, vehículos, sensores) que se comunican entre sí y con los usuarios, generando grandes cantidades de datos; las redes sociales y colaboración en línea. El uso masivo de plataformas que permiten la interacción global e instantánea, la colaboración en tiempo real y la creación de comunidades virtuales.
También es característico el flujo constante de información. La sobrecarga de datos y la necesidad de procesar una gran cantidad de información proveniente de múltiples fuentes (noticias, redes sociales, correos electrónicos). Y también la ubicuidad de la tecnología: la tecnología se encuentra en todas partes, desde las ciudades inteligentes hasta los hogares conectados, pasando por el lugar de trabajo.
La era de la hiperconectividad implica un cambio de paradigma que ha transformado la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Si bien ofrece enormes oportunidades, también presenta desafíos que requieren una gestión consciente y un uso responsable de la tecnología para mitigar sus riesgos.
En el mundo de la museística y el desarrollo de los museos como acontecimiento social, cultural y ambiental, se ha incorporado un concepto interesante para motivar la sostenibilidad en sus actividades: la "Huella M". Esta es una metodología innovadora, creada por el doctor Julio González-Liendo, para mejorar la sostenibilidad en los museos. Esta metodología abarca cinco dimensiones clave: ambiental, comunicacional, cultural, económica y social. Su objetivo es ayudar a los museos a medir, monitorear y reportar sus acciones sostenibles, alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030. A través de indicadores cualitativos y cuantitativos, Huella M permite a las instituciones museísticas diagnosticar su situación en sostenibilidad y trazar un plan estratégico para su desarrollo sostenible.
Para González-Liendo, los museos, como instituciones que protegen y conservan el arte y patrimonio, deben ser ejemplos para que otras organizaciones y personas asuman los retos de la sostenibilidad. En una entrevista que diera a El Espectador de Colombia, señaló que la sostenibilidad en los museos sigue estando en una situación crítica. Hoy en día, muchos equipos directivos aún no comprenden la relevancia que tiene que los museos asuman un rol protagónico en la transformación hacia un modelo de desarrollo sostenible. Existe una gran falta de liderazgo sensibilizado con este tema, sumada a una carencia preocupante de profesionalización en áreas clave como la comunicación y la sostenibilidad. A esto se suman las limitaciones presupuestarias que enfrentan gran parte de los museos, lo que dificulta aún más su capacidad para actuar frente a estos retos.
Así, este modelo proporciona indicadores e instrucciones para que los museos realicen un diagnóstico de sostenibilidad y desarrollen un plan que cumpla con los ODS. Los museos, como instituciones sin ánimo de lucro, promueven la diversidad y la sostenibilidad a través de la participación comunitaria y la educación. El documento incluye indicadores en áreas ambiental, comunicacional, cultural, económica y social para evaluar el impacto y la operación de los museos.