Hay un libro relativamente breve, escrito entre el año 100 y el 200 d.C., por un autor desconocido pero identificado como Pseudo Longino, quien se estima pudo ser un profesor de retórica o crítico literario de cierta tendencia neoplatónica, ubicado entre el siglo I y el siglo III, que se titula Sobre lo sublime. Este tratado, si bien versa básicamente sobre literatura, establece algunos conceptos que van a servir de base a muchos filósofos posteriores para definir la idea de "lo sublime" en el arte.
Junto con la Poética de Aristóteles, ese texto es una de las obras más importantes sobre estética de la antigüedad. El tratado Sobre lo sublime contiene una discusión acerca de lo que es sublime, esto es, un estilo de retórica considerado elevado, que tiene el propósito de encantar a la audiencia, tocando las cuerdas de la sensación y de las emociones (el pathos). Longino promueve una "elevación de estilo" y una esencia de "simplicidad"; dice: "la primera y más importante fuente de sublimidad es el poder de formar grandes concepciones". Este libro va a servir de referencia importante a los filósofos de los siglos XVI al XVIII.
Pseudo Longino afirma también que los efectos de lo sublime incluyen la pérdida de la racionalidad, una especie de alienación conducente a la identificación con el proceso creativo del artista y una emoción profunda mezclada en placer y la exaltación. Durante la Europa del barroco, estas ideas van a tener cierta repercusión. Los "efectos sublimes" se convierten en el fin deseado de gran parte del arte y la literatura barroca. Por su parte, para los artistas del siglo XVIII, la obra de Longino despierta contradicciones, pues si bien se critica su lenguaje y sus propuestas, adoptan muchas de sus ideas, aún de manera indirecta. Es en esta época que se hace la conexión entre lo sublime con las ideas de lo infinito, lo agreste, lo solitario o lo desconocido; se asocia con la perfección del contenido y de las formas clásicas.
El escritor británico Joseph Addison (1672-1719) interpretó el tratado de Longino de tal forma que le permitió distinguir entre lo bello y lo sublime, afirmando que la belleza es un género, en tanto lo sublime se aplica a lo grandioso, a lo bello en grado elevado. Esta idea es la que va a inspirar a los teóricos de la estética dieciochesca, quienes dividen la percepción artística entre lo sensual y lo racional, dividiendo al arte y otras manifestaciones espirituales según el grado de experiencias que motiva y produce. Esto lo veremos en la próxima publicación.
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