El concepto de "acción comunicativa" es una de las bases que desarrolló el filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, partícipe de la llamada Escuela de Frankfurt, para sustentar su Teoría Crítica de la modernidad. En general, Habermas (nacido en 1929), observa cómo la interacción social histórica del ser humano pasa de estar basada en ritos y en lo sagrado, a la influencia del signo lingüístico, pero con la fuerza racional de las verdades asumidas, sometidas a crítica.
Partiendo de la idea de que no hay actividad intelectual sin lenguaje previo, concluye que debe haber términos universales del habla: aquellos supuestos que ha de considerar cualquier hablante antes de emitir palabra, porque son “mandatos” del lenguaje. Estos supuestos son ciertos en cualquier lengua, por tanto universales. Ello implica que la comunicación y la estructura de la lengua conllevan a una acción, entendida esta como la concreción de acuerdos y resultados. Las estructuras de acción comunicativa, orientadas a esos acuerdos, se vuelven cada vez más efectivas cuando se basan en la reproducción cultural como en la interacción social, o en la formación de la personalidad, en lo individual.
La Acción Comunicativa como concepto, entonces, implica para Habermas cuatro supuestos: inteligibilidad, verdad, rectitud y veracidad. Estos, según Habermas, forman la base de validez del habla. El uso primario del lenguaje sería el orientar su empleo al entendimiento. El lenguaje sirve para ayudarnos a comunicarnos, y para poder comunicarnos son precisos esos cuatro supuestos; y el lenguaje nos “obliga” a cumplirlos. En la próxima publicación, cómo se describen estos cuatro supuestos, y cómo se relacionan con el lenguaje y la comunicación social.
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