domingo, 16 de octubre de 2016

Protosemiótica (y 6)

El pensamiento filosófico medieval, donde la Escolástica tuvo un gran peso, estuvo representada por varios eruditos que, de manera directa o indirecta, abordaron el tema del signo, el símbolo y los significados de las cosas. Algunos, como ya he señalado en las publicaciones anteriores, aludiendo a las ideas aristotélicas del sentido y la representación; otros, como Raimundo Lulio (1232-1315), asumen un enfoque lingüístico propiamente. Pero quien mejor representa lo que podemos llamar una "protosemiótica" (que sienta las bases de lo que después entenderemos como semiología y semiótica propiamente dicha) es Santo Tomás de Aquino.   

Tomás de Aquino (1225-1274), una de las mayores figuras de la teología sistemática, fue muy popular por su aceptación y comentarios sobre las obras de Aristóteles, señalando, por primera vez en la historia, que eran compatibles con la fe católica, lo cual hizo que muchos otros cristianos continuaran por esta senda de pensamiento. Entre la tantas cosas que él abordó, está el tema del lenguaje y del verbo como signo. 

Define el signo como "aquello por lo que alguien llega al conocimiento de otra cosa", por lo que los signos conducen al conocimiento de otras cosas. De ahí se deduce que un signo implica una relación entre tres elementos: el signo como tal, el significado y la facultad cognoscitiva. También afirma que los hay de dos tipos: formales e instrumentales. En el primero el fundamento es la forma abstraída o imagen. En el segundo, que puede dividirse en dos tipos (naturales y convencionales), el fundamento es el vínculo, de causalidad si es natural, de convención, si está convenido socialmente. 

Es en el primero -el signo formal- donde hace mayor énfasis, puesto que se corresponde al verbo, que permite la construcción de conceptos inteligibles. Además afirma que los objetos pueden convertirse en signos por imposición. Ese signo formal es inteligible, y puede entenderse en su máxima expresión: la palabra. Por su parte, el signo sensible, material o instrumental, es aquel representa algo, bien sea de origen natural (lo que podemos entender intuitivamente) o de origen social (cuando surge de los acuerdos colectivos). En este caso se trata de una representación más allá de lo sensible. Pone Tomás de Aquino como ejemplo la cruz cristiana; cuando se mira al objeto, no se entiende al objeto mismo (un par de leños cruzados), sino lo que trasciende de el: Cristo redimiendo a la humanidad.

En sus textos, Santo Tomás de Aquino analiza diversos aspectos conceptuales y teológicos de los signos, enfocándose básicamente en el aspecto del verbo y la palabra, como relación entre el pensamiento, la representación y el don divino del pensamiento abstracto. Estudia la gramática y desarrolla otros aspectos del concepto, el juicio y el significado, lo cual le convierte en un pionero del cual muchos otros filósofos y pensadores van a tomar inspiración, hasta bien entrado el siglo XIX. 


     
      

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